Por Yago Franco
yagofranco@elpsicoanalitico.com.ar
La conquista del alma
Margaret Thatcher propuso que no había alternativa al capitalismo. Y que se trataba de colonizar el alma (la psique) y el corazón de los sujetos para imponer la idea del capitalismo como la única alternativa. Este es el realismo capitalista del que hablara Mark Fisher.
El crecimiento sin límites del modo de producción capitalista, de la mano de su caballo de Troya, las redes sociales y medios digitales en general, ha conseguido ese cometido de modo casi pleno. La vida digital, una temporalidad en permanente aceleración, dan credibilidad a que lo ilimitado como deseo que promueve el capitalismo, podría ser posible.
Esto, más las fallas de los movimientos insurgentes de décadas pasadas, parecen hacer realidad lo sostenido por Mark Fisher: el espectro de un mundo que podría ser libre ha sido exorcizado. El capitalismo marcha sin obstáculos hacia su autodestrucción y la del planeta.
Sin una subjetividad desfondada, privada de pensamiento crítico, afectada en funciones básicas de su psique (atención, memoria, juicio de realidad, etc.), dada la forma de vida traumática en la que sobrevive –con la predominancia de mecanismos como la renegación y el splitting, defensas ante lo traumático, esto no sería posible. Es una condición necesaria, aunque no suficiente. Nada lo es. Pero lo cierto es que el alma ha sido conquistada por dos vías: la mencionada afectación y empobrecimiento de capacidades de la psique y -por otra parte-, porque el capitalismo neoliberal satisface los más profundo de la psique: el deseo inconsciente de lo que no tiene límites.
La novedad es una nueva etapa del capitalismo bajo la forma de ultraderechas neoliberales. Se suma un terrorismo capitalista, un estado de amenaza constante a la posición simbólica de los sujetos, esclavos de sí mismos, de su propio rendimiento, que nunca llega a ser algo estable, que los sostiene en un estado de cansancio y disforia generalizados. Una precarización y un estado de desvalimiento también generalizados.
Esto es lo que se halla en la base de la locura colectiva que estamos transitando. Es lo que ha llevado a elegir al propio verdugo y a permanecer, para la mayor parte de la población, en un estado de apatía y resignación, no sin angustia y descargas odiosas permanentes.
Lo necesario no es lo suficiente
Hay que abandonar toda pretensión de una explicación unicausal de lo que sucede en Argentina. Es más, tal vez haya que abandonar toda pretensión de explicación. Esto va de la mano con que también es indispensable eludir todo reduccionismo. Sea el de la política, la historia, la sociología, la economía, también el del psicoanálisis. Pero, ciertamente, si no puede reducirse a estas disciplinas el análisis de lo que sucede hoy en Argentina (y que amenaza con replicarse en otros países), lo cierto es que sin ellas tampoco es posible. Se trata, ni más ni menos, de que todas describen condiciones necesarias, pero no suficientes. Ni siquiera en una improbable sumatoria.
¿Qué análisis es pertinente realizar desde el psicoanálisis? Esta pregunta retoma lo sostenido por Bifo en su texto –publicado en este número-, en el que sostiene: “aunque me parezca incapaz de curar el océano de dolor que nos sumerge, el psicoanálisis sigue siendo útil para comprender lo que sucedió y lo que sigue sucediendo. Y quizás también para desmantelar la maquinaria de la inhumanidad”. Entonces, ¿qué puede aportar el mismo? Como lo vengo sosteniendo, es la subjetividad, su análisis desde el psicoanálisis, aquello que puede echar algo de luz sobre los acontecimientos actuales. Algo, lo cual no es poco. Dimensión no incorporada a los análisis habituales –que tienden a ignorarse entre sí-, la subjetividad es esa zona de encuentro entre el discurso del Otro y la psique, que llega hasta sus mismas raíces (me refiero a las dimensiones tanto pulsional como identificatoria), y tiene un desarrollo histórico, que, por ahora, lleva a la institución de un régimen de ultraderecha neoliberal. No son las ultraderechas del régimen nazi o fascista, aunque algunos restos de los mismos sobrenadan en el régimen actual. Y necesitan tanto de una subjetividad previa como de su desarrollo en la forma actual que dicho régimen necesita. Ya en noviembre de 2023 sostuve en un artículo publicado en Página/12 –Amar al propio verdugo- una observación respecto de lo que ahora defino como un estado de locura colectiva.
¿Psicosis o locura colectiva?
¿Es posible un estado colectivo de psicosis? Es necesario ser rigurosos en este punto. La psicosis es un fenómeno clínico individual. Para Freud, producto de la verwerfung o rechazo; para Lacan de la forclusión de un significante fundamental. No entraré en detalles. No es posible ni correcto extender esto a una formación colectiva. Ello no solamente no es algo riguroso –sólo puede servir casi coloquialmente, o para darse a entender ante el gran público- sino que no estaría al servicio de nuestro aporte al análisis de lo que sucede en el colectivo social, ni serviría como aporte al pensamiento político –que es lo que sería de mayor interés.
Yo sostengo desde hace tiempo que el mecanismo que circula con insistencia a nivel del colectivo –y esto puede apreciarse también en la clínica-es el de la renegación, o verleugnung. Afirmar y negar al mismo tiempo respecto de la significación de algo que está en la realidad. El conocido “lo sé, pero, aun así”. Esto es algo de fácil circulación colectiva: es apreciable en las sectas, también en ciertas conformaciones de masa alrededor de la figura de un líder, más si este es mesiánico. Así es tratado por Freud en su Psicología de las masas y análisis del Yo. Los sujetos abdican de su principio de realidad para cedérselo al líder, la idea, el credo. Y aquí se trata de algo fundamental: en el origen del accionar de este mecanismo (tanto como del splitting que describiera Ferenczi, otro mecanismo que predomina en estos tiempos, del que me ocupo en el libro citado) está el encuentro del sujeto con algo del orden de lo traumático.
El lugar del Yo
La forma de vida previa al ascenso del régimen de ultraderecha en Argentina, fue precedida de una afectación del Yo en sus funciones básicas de atención, juicio de realidad, memoria, pensamiento, etc., a causa de décadas de neoliberalismo, asociado además este último a las tecnologías digitales y a una invasión de estímulos inasimilables, en medio de una aceleración de la temporalidad cada vez mayos. La velocidad de un fenómeno lo destruye, sostuvo Paul Virilio. Se trata de una forma de vida traumática: es más y es diferente que el encuentro con un episodio traumático. Y de la fragmentación psíquica y social. Renegación y splitting que están entre las causas subjetivas de un estado de locura colectiva. Locura que no es psicosis.
Esto se comprobó cuando tanto el nazismo como el fascismo fueron derrotados: cayó con ellos el fanatismo, la relación delirante con la realidad y con el líder, todo fue desvaneciéndose en la mayoría de la población. Tal como sucede en las sectas y otros fenómenos de fanatismo, los sujetos recuperan su Yo en buena medida. En la caída de regímenes totalitarios sucede lo propio.
De todas maneras, es necesario manejarse con prudencia en el caso que nos ocupa: la subjetividad previa –como he dicho en otros textos, desfondada en su capacidad de pensamiento crítico- hace las cosas más complejas.
La locura puede parecer una psicosis, pero conviene pensarla como un estado similar al que producen substancias tóxicas, el enamoramiento y un estado previo de fragilización psíquica. La locura como una suerte de psicosis artificial, relacionada con el encuentro del sujeto con una realidad traumática, que lo arroja al sinsentido de lo real.
Milei y el abismo
Ahora bien, aun una supuesta caída de este gobierno de ultraderechas, no significaría el final de una subjetividad que lo ha sostenido y permitido llegar al poder. Milei forma parte de esa subjetividad, la refleja y representa. Son la abstención, el voto en blanco y los votos obtenidos por este proyecto tanático (30%) lo que debe preocuparnos. Allí sigue incubándose el huevo de la serpiente de un proyecto de destrucción. Tal como sucede con la internacional de ultraderechas encabezada por Trump y Netanyahu, de la cual Milei es su caricatura. Una peligrosa, que ahora anda a tientas y dando manotazos en la obscuridad que lo rodea. La subjetividad creada desde el advenimiento del neoliberalismo instaló un realismo capitalista que está bajo la piel y que ha encontrado su upgrade en las ultraderechas.
Esta subjetividad – viciada de un daño cognitivo notorio, frustrada, llena de ira, desorientada – es, también, una subjetividad que hoy está aquí y mañana allá, sin alterarse en su ser, solamente maquillándose. Si bien abarca a una parte importante de la sociedad y no a toda ella, es la pregnante.
Es ilusorio pensar que un cambio de gobierno pueda acabar con esta subjetividad desfondada, que carece de pensamiento crítico y que es muy proclive al pasaje al acto agresivo. Que no lo inventó este gobierno, sencillamente lo promueve.
Una clave posible para salir de esta encerrona está en dispositivos alejados de los conocidos (partidos políticos, que poco tienen que ver con lo político y que están partidos en mil pedazos, aunque siguen siendo necesarios), que generen toma de consciencia de subyugación, sobre todo en los jóvenes. Es indispensable tomar distancia del discurso del Otro del capitalismo, verlo en su realismo, También es indispensable toda confrontación, más allá del resultado. Si la toma de consciencia fuera de la mano de la confrontación y de ir gestando espacios diferenciados de lo ya conocido, tal vez algo podría modificarse. Finalmente, esa toma de consciencia es un paso hacia el desertar que propone Franco Berardi: pero en otra clave. Es desertar de una forma de vida viéndola de frente, tomando distancia del discurso del Otro del capitalismo. Tal como en el psicoanálisis, ver las servidumbres (de la realidad, de lo compulsivo, de ideales, del superyó) es ya un acto de una posible liberación de ellas.
No sabemos si esto tendrá una salida satisfactoria o si la misma será catastrófica, acercándonos a un apocalipsis.
Lo que sí sabemos es la que historia y el devenir de los colectivos contienen a la indeterminación en su núcleo. Lo que hace posible la creación de nuevas formas de hacer frente a lo que hoy aparece en la realidad, tanto colectiva como psíquica. Y que un resurgir del imaginario social podría darle vida a ese espectro. Su exorcismo podría no haber sido definitivo.