Todo lo que querías saber sobre las ultraderechas y no te atrevías a preguntarle a H. P. Lovecraft
Presentación de Carlos Guzzetti (fragmento)
“El horror, el horror”. Los últimos párrafos de la novela tan maravillosa de Conrad, El corazón de las tinieblas, el narrador, un tal Marlowe, cita las últimas palabras del agente colonial Kurtz antes de morir en un estado de descomposición psíquica y Moral.
En la página 43 del libro, después cuando lo tengan la buscan, Yago la reproduce según la transfiguración del relato que realiza Francis Ford Coppola en su obra maestra Apocalipsis Now! Es la imposibilidad de nombrar el corazón oscuro de ese mundo colonial habitado por las mayores atrocidades de la que es capaz el ser humano. Si bien el título del libro convoca a Lovecraft.
Creo que las palabras de Kurtz definen mejor el paisaje que Yago pinta sobre la sociedad contemporánea, habitada globalmente por los brotes totalitarios de las ultraderechas El mundo que analiza es verdaderamente un horror.
Y el horror es el lugar donde faltan las palabras, donde claudica el cuidado por la figurabilidad característica del sueño, según Freud y que el autor traduce por su concepto de transfiguraciones, recurso imprescindible para la tramitación de situaciones traumáticas. El libro que hoy nos ocupa es el cuarto que me toca comentar en ocasión de su presentación en sociedad.
Y siempre es para mí una satisfacción, una alegría que reafirma nuestra amistad y nuestro respeto mutuo. En 2011 compartimos con Alicia y con el añorado Hugo Uquijo, la mesa de presentación del primer, no sé, quizás el segundo tomo de las obras incompletas de Yago.
Ese libro se titulaba Más allá del malestar en la cultura psicoanálisis, subjetividad y sociedad. Y fue el punto de partida de un recorrido que a cada paso fue desplegando lo que quedaba pendiente del paso anterior. En esa oportunidad señalé que se trataba de un libro político. Que proponía una lectura política de la praxis psicoanalítica. Al tiempo que reconocía esta praxis como resultante de condiciones económicas, sociales y políticas y subjetivas.
Así concluye tajantemente que todos somos borderline. El siguiente tomo de sus obras incompletas, que es de 2018, se titula Paradigma borderline de la afánisis al ataque del pánico. Los bordes aquí adquieren la categoría del concepto que nombra la subjetividad de una época, que es la nuestra.
Si Freud pensó entonces con el modelo de la histeria, inventó el complejo de Edipo, Deleuze y Guattari pensaron con el modelo de la esquizofrenia y escribieron el anti-Edipo, Yago piensa con el modelo de los borderline, y desde allí desarrolla sus ideas. En este libro agrega un cuarto término a la tríada freudiana de recuerdo, repetición y elaboración, que es la creación.
Y por otra parte pone en valor la figurabilidad como instrumento fundamental para el procesamiento de situaciones traumáticas. Y establece una nueva función del psicoanálisis. Si para Freud el objetivo era hacer consciente lo inconsciente, ahora se trata de hacer consciente lo manifiesto. Y sobre este concepto de figurabilidad se articula el tercer tópico.
Transfiguraciones, psicoanálisis de la Pandemia, psicoanálisis en la Pandemia, es de 2022. Y allí la idea de figurabilidad toma consistencia y centra el conjunto de los aportes. Lo característico de la obra de Yago es que las referencias literarias y cinematográficas son las herramientas con las que desarrolla sus ideas. Los poetas y los artistas son su mayor fuente de inspiración.
Poco antes de ese libro, en plena pandemia, nuestro incansable amigo -porque realmente hay que destacar su capacidad de trabajo absolutamente excepcional-, compiló un libro digital colectivo que se llamó ¡STOP! COVID-19. ¿Volver a la normalidad?, en el que diversos autores, entre los que me cuento, reflexionamos sobre los efectos subjetivos de la erupción del virus en la vida de toda la humanidad.
Ya allí advierte que este fenómeno es en parte de responsabilidad y un mecanismo de defensa colectivo, que es la renegación de las innegables señales de la inminencia de una propagación global del virus, que permitió que los gobiernos fueran tomados por sorpresa y las medidas de protección se adoptaran con vacilaciones y retrasos, o en algunos casos no se adoptara ninguna. Lo que costó innumerables vidas.
Entonces, lo que Yago afirma es que la Pandemia irrumpe en un campo muy fértil, que es la subjetividad borderline, caracterizada por el imperativo al goce, la destrucción del lenguaje y del afecto, el déficit de atención colectiva, el Alzheimer colectivo, la disforia generalizada, la predominancia de la renegación y la fragmentación psíquica. Y aquí ya entramos en este libro que nos ocupa.
Yo decía al principio que las palabras de Kurtz definían muy bien el mundo que analiza el libro. ¿Qué es el horror? El horror no es el terror.
Cuando yo era chico había un programa de televisión muy esperado por todo que era, que se llamaba Obras maestras del terror con Narciso Ibáñez Menta y que versaba sobre cuentos de Edgar Allan Poe.
El miedo o el terror que producían esos esos capítulos de la serie era un incentivo a la imaginación. Jugábamos a imitar al personaje que tenía una voz grave y profunda, una dicción castiza, lo que reforzaba el efecto aterrador.
El horror, en cambio, es el terror ante lo otro absoluto, lo que no tiene figurabilidad. En definitiva, lo inefable de la muerte. Y entonces aquí acierta Yago con la referencia literaria, porque no hay autor del género más eficaz que Lovecraft para hacer vacilar la figurabilidad del ente espantoso. El color que cayó del cielo- dice Lovecraft-era algo imposible de describir y solo por analogía se atrevieron a llamarlo color.
Solo se sabe que cayó del cielo y que es completamente ajeno. Sin embargo, el horror que analiza Yago no proviene del cielo, sino del suelo, del suelo mismo del realismo capitalista generador de esta subjetividad borgiana.
Y en este punto, la referencia al cuento de Lovecraft falla, porque a lo largo de todo el libro se sostiene la idea que la Pandemia de ultraderecha no cayó del cielo, tiene sus raíces en el terreno fértil de una subjetividad devastada por la velocidad y la cantidad de estímulos imposibles de procesar por la psique, lo que produce lo que él llama una existencia traumática.
En el capítulo 10, página 71 del libro, van a encontrar 11 factores que contribuyen a tal efecto y un poco después un duodécimo factor. Así que les invito, como antes, a recorrer esa página.
El color violeta que cayó sobre nuestro país no vino de las fuerzas del cielo, sino que es el terrenal resultado de mezclas espurias de varios colores anteriores, propicios a entronizar líderes, líderes especializados. El color violeta que tiñe mucho territorio argentino es bien terminal.
La multicausalidad que lo crea enraiza en la sociedad dañada. Pero vean a Lovecraft que lo dice mucho en el cuento. Las ultraderechas pueden compararse con una enfermedad autoinmune que ataca al propio cuerpo cuando el sistema inmunitario no reconoce sus propias células. Ahora bien, considerando los resultados electorales del domingo pasado, ¿será que ha comenzado el revertirse el proceso.
¿Será que el crimen perfecto del que habla Jorge Alemán no llegará a consumarse? El libro que presentamos -como decía es el quinto tomo de sus obras incompletas- intenta explicar, y en la mayoría de las veces lo logra, fenómenos sociales y políticos con herramientas psicoanalíticas, sobre todo las que ha forjado en tantos años de reflexión y de pasión escritural.
Este libro, como cada uno de los que publicó, aporta algo nuevo al tiempo que recoge ideas previas. La obra de Yago es un recorrido en espiral que pasa muchas veces por los mismos lugares y cada vez los ve con nuevos matices. Hay una frase de Proust que dice que el único verdadero viaje de descubrimiento consiste no en buscar nuevos paisajes, sino en mirar con nuevos ojos. Creo que esto es lo que hace Yago.
El libro este propone una continuidad entre clínica psicoanalítica y clínica de la sociedad y la cultura. Afirma que el capitalismo salvaje ha instaurado ya no una política para la pulsión, que todas las sociedades y los regímenes políticos anteriores, tanto los democráticos como los totalitarios, se propusieron, sino la pulsión como política.
El imperativo al goce y al consumo, la ilusión de una existencia sin falta, de la satisfacción plena como posible, se han convertido en una nueva forma de control social, abandonando a los individuos a su suerte y a su capacidad de consumir cada vez más la metralla de productos y servicios. Es lo que Lacan llamaba el discurso del capital.
Todos los libros que Yago ha escrito hasta ahora conforman un corpus teórico muy personal, nutrido por referencias psicoanalíticas, filosóficas, políticas, literarias y cinematográficas. Y aquí reside para mí el interés en su pensamiento y sus escritos, en esa capacidad que tiene de navegar entre todos esos discursos sin perder el rumbo y con la aspiración de conceptualizar, de crear instrumentos de análisis cada vez más preciso.
Advierte que, no obstante, siempre hay un punto en que toda explicación por más abarcativa y definitiva que se pretenda, que se hunde en lo desconocido. De allí que la elucidación de la subjetividad colectiva sobre la que se asienta el crecimiento de las ultraderechas sea una explicación parcial y provisional. Lo que ya indica que hay en su obra próximos tomos por aparecer.
(…) Vengo afirmando, como decía, que escribe libros políticos que intentan transformar la realidad que analizan, ya sea el ejercicio de la clínica como las configuraciones sociales.
En esta oportunidad su pasión política cobra vuelo y se desprende de las referencias a la clínica del consultorio para intentar explicar el horror que amenaza nuestra vida como sociedad y como individuos. Algunos podrán pensar que su mirada apunta demasiado a la oscura espalda del tiempo, como tituló uno de los capítulos. Que refleja un pesimismo con raíces freudianas. Sin embargo, me parece que Yago prende una luz al final del túnel.
Esa luz es su escritura misma, que aspira a ser el acto esperanzado que atraviesa el territorio yermo y muerto de la subjetividad de época, inspirado por e inspirador de otras escrituras. Además, Yago es un clínico y, en tanto tal aspira que cada uno de sus pacientes logre mejorar su vida, que sus padecimientos neuróticos se dan paso a los inevitables infortunios comunes de la existencia.
Ahora bien, si el mundo es un horror, el futuro es incalculable. ¿Cómo hacer psicoanálisis en el horror de la profunda noche?