RITUAL
En un sereno brillo
En una más dorada luz.
Emily Dickinson
El humo perfumado del incienso llena el espacio,
le otorga una falsa duración al tiempo. Sólo su aroma es real:
como en aquel poema de Dickinson donde la luz se transforma en cenizas y ya no carga con lo inútil.
“Vacila en su retirada y se mantiene en reserva”,
resiste en la paciencia del oculto crecer.
En el jardín la exigencia del día hace de la noche
una presencia vacía, una quieta pasión.
II
ENTIERRO
Cuando murió Emily, su féretro era tan liviano que parecía vacío.
Dicen que su cuerpo, se había convertido en nube, un animal de aire como el cuerpo inmenso del tiempo que no tiene forma propia y cobra dimensión
a través de los objetos habitados por la luz o la sombra.
Y que se mantiene como es y al mismo “tiempo”
se transforma en otra cosa.
-El verdadero enemigo de la vida no es la muerte sino el olvido-
Dicen que sus poemas dan forma a lo borrado: que son la convicción de no poder encontrarse en ese cuerpo que se derrumba abatido
por no haber conocido el amor.
Emily, tú llevas la carga del quebranto
en los huesos y arrastras el llanto del pájaro que sólo vuela dentro del corazón.
En un estar sin ir, eres un soy que no será.
Ahora sobremueres en tu jardín lejos de nosotros hacia una luz que jamás se alcanza,
donde nadie nunca te espera.
-A veces caer es sólo la ascensión a lo hondo, y morir, el soy de un será-
Sobre el film A quiet passion (2016) de Terence Davies.
MUJER FRENTE A LA VENTANA
Esa mujer captada de espaldas, en su silencio cotidiano desde el interior de su cuarto, temporaliza la espera, dilata y proyecta la nostalgia hacia una realidad lejana.
Hacia una suspensión emotiva que prevalece más allá de los muros de la casa.
Afuera, la arboleda se refleja en el cristal, espejo
que se funde con su rostro enmarcado en la ventana: el retrato de un severo anuncio que niega definitivamente un futuro de felicidad.
-Lo que hemos olvidado no nos olvida, ya que
la memoria es una distancia superior al recuerdo-
Intimidad e inmensidad encuentran su centro
en la mampara que separa a la mujer del exterior.
Escena del film Revolutionary Road (2008) de Sam Mendes.
CHAUVET
No eres más que un huésped oscuro sobre la tierra tenebrosa.
Goethe
La luz de una antorcha rústica ha puesto sus dedos de carbón de pino sobre las frías paredes de la cueva.
Objetos familiares venerados en la simplicidad de un drama natural de más de 30.000 años.
El silencio de Chauvet se apaga y las pinturas arden: el lomo musculoso de un león, una grieta en la roca
que se vuelve cabeza. Boca, en el corazón de la piedra. Una manada de caballos al galope que hacen del presente una eternidad a la luz del fuego entre estalactitas de ámbar.
Quizás esos hombres quisieron representar lo real
a través de lo ilusorio. La naturaleza a partir de las imágenes. La poesía del fuego y su poética del sexo:
el Minotauro de Picasso que abraza a la mujer desnuda.
En la cueva de los sueños olvidados, un bisonte es mucho más que un animal, y el cráneo de un oso un altar florecido.
El fuego produce la luz, aunque la antorcha no ilumine su base. Sin embargo, la llama anima el espíritu del chamán,
las fuerzas ocultas que habitan esas bellas formas.
En Chauvet los sonidos primitivos imitan lo que se ve antes de traducir lo que se oye. Cueva pictórica
dentro de un espacio sonoro con sus propias resonancias. En esa soledad, el espacio se mueve y el tiempo despierta.
Los animales se agitan cuando tiembla la luz de las antorchas. Llama y Pintura: Cine. Y el mismo destino, materiales vulgares que producen el movimiento: el tiempo que transcurre
y la duración que huye de la calma.
Esas pinturas son como los sueños:
convocan los recuerdos más lejanos
los miedos de las primeras noches frías, el pasado del fuego. La huella artística
más antigua de nuestra presencia en la tierra.
Hoy mirar en el cine –esa otra “cueva moderna” — nos aleja del mundo para ampliar el mundo.
Nos obliga a seguir soñando.
Sobre el film Cave of forgotten dreams (2011) de Werner Herzog
COTIDIANO
¡A través de las persianas el sol pasa una aguja de oro!
Willam Carlos Williams
I
Un hombre capaz de lo obvio y carente de esperanza ensaya poemas al amanecer, sin saber que es poeta.
Una escena varias veces repetida en la ciudad semivacía de Paterson.
Escribe: morir en secreto
lenta música de ideas y de cosas huesos y cenizas
flor en el cielo
herida que no sangra.
Y su viaje rutinario se demora en la conciencia de su propia mirada.
Escribe en la memoria, menos esclava que la acción: preserva hasta el más mínimo detalle.
De pronto: ¡una cascada de luz y la felicidad de existir!
II
Entre dormir y despertar, la tierra no gira
y despacio la vida se vuelve precaria y descolorida.
Entre nacer y morir, algunos momentos crecen
y los lamentos aún no conocidos llenan de nubes las horas felices que pasamos soñando bajo el sol del mediodía.
Entre la alegría y el consuelo el camino cotidiano no es fácil:
algunos colores, blanco y negro.
Entre amar y odiar,
el verdadero viaje empieza:
deja ir a la violencia, abraza el milagro,
luego cae al “paraíso” del poema
con una gentil sonrisa.
Entre dormir y despertar la tierra reanuda su giro,
la suave luz llena la habitación y los demonios nocturnos desaparecen de la cama,
y toda la humanidad enfrenta un nuevo día.
A partir del film Paterson (2016) de Jim Jarmusch.
TERRENAL
A diferencia de Dante,
a Bosch no le interesaba el Purgatorio.
Un brillo claro sale de la entrada del túnel como un planeta enorme.
En sus bordes brillantes
una silueta desnuda y confusa está de espaldas a nosotros:
¿Tenemos que entrar o salir?
¿Nos da la bienvenida, o nos despide?
Aquí no existe la muerte,
fue reemplazada por una simbiosis de plantas, animales y personas,
y cada objeto tiene una historia que contar.
Los cuerpos agrupados en racimos
se funden en danza “simpática”,
donde los principios cotidianos se invierten.
Bosch, decía que la simetría es la estética de los imbéciles, que no existe otro paraíso mas
que aquel creado por uno mismo durante esta corta vida.
Que una imagen es más perdurable que un organismo.
Bosch no juzga, pero señala: degustemos la pulpa de la fruta pues, al fin y al cabo,
tenemos el permiso para hacerlo.
En El Jardín de las delicias todo es posible.
Del documental El Bosco, el jardín de los sueños (2016) de José Luis Linares.